¿De qué trata?
¿Qué misterio envuelve a Sin Lugar, esa prisión escondida en medio de
un bosque, donde cien adolescentes de todo el país han sido recluidos?
Decididos a averiguar la verdad, Alyn, Jes, Ryan y Elsa han
emprendido una huida a ciegas.. que los conduce al centro de una
conspiración cuyo alcance supera la imaginación.
Ha llegado la hora de tomar partido. De decidir quién miente y quién
dice la verdad. De seguir adelante o liberar a los demás. De saber, por
encima de todo, por qué los han escogido. Mientras tanto, solo están
seguros de una cosa: la realidad nunca volverá a ser la misma.
Sobre que segundas partes nunca fueron buenas tenemos trilogías enteras escritas,
pero de tanto en tanto me gusta recordar que existen excepciones a tan
fatídica regla: hoy vuelvo a las andadas para hablaros de la trilogía de
Jon Robinson, cuya primera parte, Sin lugar, no cosechó muy buenas críticas por ser más que ambigua y desconcertante, pero simplemente necesitábamos
en nuestras manos Sin rumbo, su continuación, para comprender por fin
que estamos ante una historia más que emocionante y sin límites.
Sin rumbo me ha dejado muy desconcertada pero también aliviada, porque Sin lugar fue una lectura muy trepidante, con una trama más que parecida a Prison Break,
pero que pecaba por no darnos ninguna pista sobre su verdadero género,
por lo que dejaba al lector con cierta sensación de insatisfacción. Por
suerte, Sin rumbo despeja todas las dudas y muestra por fin un acercamiento a la trama real,
a la pregunta principal, y nos deja que despejemos toda la niebla que
rodeaba la prisión y la incógnita de quiénes eran los cien niños
elegidos.
En Sin rumbo recuperamos las voces de los supervivientes, pero
también añadimos la de dos bandos rivales que tienen mucho que ver con
la capacidad especial de los niños. Y con ellos, las respuestas. De
pasar de leer una primera parte más que entretenida pero desdibujada, en
Sin rumbo nos topamos con conversaciones y descubrimientos
necesarios para entender el porqué de todo, pero también nos deja la
puerta abierta para algo mucho mayor de lo que creíamos y que Robinson
ha de masticar bien. Sin duda, lo que más he agradecido ha sido la información necesaria para atar ciertos cabos sueltos de Sin lugar,
que ha hecho que pudiera disfrutar de la historia con ganas y
comprendiendo cada matiz, pero también que Robinson no haya bajado el
listón en cuanto a planificación y haya mantenido la pauta de su primera
novela, repleta de acción, dinamismo, capítulos cortos pero intensos y
la posibilidad de ver evolucionar a unos niños que prometían en sus
primeras páginas.
Tengo claro que Sin rumbo es más que necesario para entender Sin lugar,
y que para aquellos que han renegado del primero, deben coger esta
continuación para darle una segunda oportunidad. Estamos ante un libro
que da sentido, por fin, a lo que se nos explicaba en el primero, y que podemos considerar el verdadero inicio de una historia que promete, ya con respuestas, algo más grande.
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